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FRASES

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domingo, 13 de mayo de 2012

EL BRINDIS DEL BOHEMIO


EL BRINDIS DEL BOHEMIO


En torno de una mesa de cantina, 
una noche de invierno, 
regocijadamente departían 
seis alegres bohemios.



Los ecos de sus risas escapaban 
y de aquel barrio quieto 
iban a interrumpir el imponente 
y profundo silencio.



El humo de olorosos cigarrillos 
en espirales se elevaba al cielo, 
simbolizando al resolverse en nada, 
la vida de los sueños.



Pero en todos los labios había risas, 
inspiración en todos los cerebros, 
y, repartidas en la mesa, copas 
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.



Era curioso ver aquel conjunto, 
aquel grupo bohemio, 
del que brotaba la palabra chusca, 
la que vierte veneno, 
lo mismo que, melosa y delicada, 
la música de un verso.



A cada nueva libación, las penas 
hallábanse más lejos del grupo, 
y nueva inspiración llegaba 
a todos los cerebros, 
con el idilio roto que venía 
en alas del recuerdo.



Olvidaba decir que aquella noche, 
aquel grupo bohemio 
celebraba entre risas, libaciones, 
chascarrillos y versos, 
la agonía de un año que amarguras 
dejó en todos los pechos, 
y la llegada, consecuencia lógica, 
del “Feliz Año Nuevo”...



Una voz varonil dijo de pronto: 
—Las doce, compañeros; 
Digamos el “requiéscat” por el año 
que ha pasado a formar entre los muertos. 
¡Brindemos por el año que comienza! 
Porque nos traiga ensueños; 
porque no sea su equipaje un cúmulo 
de amargos desconsuelos...



—Brindo, dijo otra voz, por la esperanza 
que a la vida nos lanza, 
de vencer los rigores del destino, 
por la esperanza, nuestra dulce amiga, 
que las penas mitiga 
y convierte en vergel nuestro camino.



Brindo porque ya hubiese a mi existencia 
puesto fin con violencia 
esgrimiendo en mi frente mi venganza; 
si en mi cielo de tul limpio y divino 
no alumbrara mi sino 
una pálida estrella: Mi esperanza.



—¡Bravo! Dijeron todos, inspirado 
esta noche has estado 
y hablaste bueno, breve y sustancioso. 
El turno es de Raúl; alce su copa 
Y brinde por... Europa, 
Ya que su extranjerismo es delicioso...



—Bebo y brindo, clamó el interpelado; 
brindo por mi pasado, 
que fue de luz, de amor y de alegría, 
y en el que hubo mujeres seductoras 
y frentes soñadoras 
que se juntaron con la frente mía...



Brindo por el ayer que en la amargura 
que hoy cubre de negrura 
mi corazón, esparce sus consuelos 
trayendo hasta mi mente las dulzuras 
de goces, de ternuras, 
de dichas, de deliquios, de desvelos.



—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente 
brote un torrente 
de inspiración divina y seductora, 
porque vibre en las cuerdas de mi lira 
el verso que suspira, 
que sonríe, que canta y que enamora.



Brindo porque mis versos cual saetas 
Lleguen hasta las grietas 
Formadas de metal y de granito 
Del corazón de la mujer ingrata 
Que a desdenes me mata... 
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!



Porque a su corazón llegue mi canto, 
porque enjuguen mi llanto 
sus manos que me causan embelesos; 
porque con creces mi pasión me pague... 
¡vamos!, porque me embriague 
con el divino néctar de sus besos.



Siguió la tempestad de frases vanas, 
de aquellas tan humanas 
que hallan en todas partes acomodo, 
y en cada frase de entusiasmo ardiente, 
hubo ovación creciente, 
y libaciones y reír y todo.



Se brindó por la Patria, por las flores, 
por los castos amores 
que hacen un valladar de una ventana, 
y por esas pasiones voluptuosas 
que el fango del placer llena de rosas 
y hacen de la mujer la cortesana.



Sólo faltaba un brindis, el de Arturo. 
El del bohemio puro, 
De noble corazón y gran cabeza; 
Aquél que sin ambages declaraba 
Que solo ambicionaba 
Robarle inspiración a la tristeza.



Por todos estrechado, alzó la copa 
Frente a la alegre tropa 
Desbordante de risas y de contento; 
Los inundó en la luz de una mirada, 
Sacudió su melena alborotada 
Y dijo así, con inspirado acento:



—Brindo por la mujer, mas no por ésa 
en la que halláis consuelo en la tristeza, 
rescoldo del placer ¡desventurados!; 
no por esa que os brinda sus hechizos 
cuando besáis sus rizos 
artificiosamente perfumados.



Yo no brindo por ella, compañeros, 
siento por esta vez no complaceros. 
Brindo por la mujer, pero por una, 
por la que me brindó sus embelesos 
y me envolvió en sus besos: 
por la mujer que me arrulló en la cuna.



Por la mujer que me enseño de niño 
lo que vale el cariño 
exquisito, profundo y verdadero; 
por la mujer que me arrulló en sus brazos 
y que me dio en pedazos, 
uno por uno, el corazón entero.



¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana 
que piensa en el mañana 
como en algo muy dulce y muy deseado, 
porque sueña tal vez, que mi destino 
me señala el camino 
por el que volveré pronto a su lado.



Por la anciana adorada y bendecida, 
por la que con su sangre me dio vida, 
y ternura y cariño; 
por la que fue la luz del alma mía, 
y lloró de alegría, 
sintiendo mi cabeza en su corpiño.



Por esa brindo yo, dejad que llore, 
que en lágrimas desflore 
esta pena letal que me asesina; 
dejad que brinde por mi madre ausente, 
por la que llora y siente 
que mi ausencia es un fuego que calcina.



Por la anciana infeliz que sufre y llora 
y que del cielo implora 
que vuelva yo muy pronto a estar con ella; 
por mi Madre, bohemios, que es dulzura 
vertida en mi amargura 
y en esta noche de mi vida, estrella...



El bohemio calló; ningún acento 
profanó el sentimiento 
nacido del dolor y la ternura, 
y pareció que sobre aquel ambiente 
flotaba inmensamente 
un poema de amor y de amargura.

Guillermo Aguirre y Fierro

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