MI PAPÁ MURIÓ.
Hace ya aproximadamente 4 meses,
mi padre abandonó este planeta. Se fue lejos y me dejó aquí sin poder decirle
todo lo que tenía pensado sobre él, tampoco pude hacer por él todo lo planeado.
Mi vida ha sido extraña desde entonces. A pesar de que sigo en un nivel alto
profesionalmente hablando, muy dentro de mí siento que he disminuido en la
calidad de persona que soy. En realidad, ha surgido una época de cambio, que yo
mismo había provocado, de la cual era partícipe como mente organizadora, pero
ahora, todas esas circunstancias giran en torno a mí, sin que logre
controlarlas…
Siempre dije que posiblemente
cambiaría para mal cuando mis progenitores abandonaran la vida, pero me quedan
otras personas que me aman. A la cabeza mi madre. Por ellos debo seguir. Alguno
dirá “¿y por qué no por ti?”. Eso sería
complicado, porque hace rato que me da
igual morir o vivir. Ese es el centro en que se mueve mi vida desde hace
poco tiempo. Al principio fue difícil aceptarlo. Actualmente vivo por otros y
para otros, pero en mí no hay nada más. Desde que cumplí aproximadamente 5 años
de vida, he basado mi vida en superarme
a mí mismo, sin importar que haya cerca alguien más avanzado o menos
avanzado que yo. Eso no me interesa, pues no me comparo con nadie. Cada quien
debe vivir su propia existencia, y yo vivo la mía aparte. El éxito de otros no es el propio. De repente me arrebata el
entusiasmo y me invita a superarme una vez más. Recuerdo que este tema fue
motivo de discusión con mi profesora cuando tenía apenas 6 años de edad. Pues ya
había terminado de leer todos los libros y realizado las operaciones
matemáticas y quería más. Por este motivo me llamó la atención y dijo que no
tenía derecho a adelantarme y que debía seguir al ritmo de los otros. Mi respuesta
fue que “si los otros se atrasan no es mi culpa; mi objetivo es ser cada vez
mejor y superarme, pero no me importan los otros; si ellos por sí mismo no
salen adelante, no es mi culpa”. Y me gané un castigo. Era el tiempo que te
daban con regla en las manos o donde callera. Con el pasar de los años la
profesora comprendió mi nivel investigativo, y dejó de castigarme; más bien era
motivo de conversación y de risa. Siempre fui una persona extraña. Aun lo soy. Pero
recuerdo que siempre vi a mi papá cuando practicaba los números, y que hacía
cálculos tan perfectos habiendo cursado solo el primer año de estudio básico. También
fue notoria la inteligencia de mi mamá, que recién a mis 20 años de edad,
concluyó los estudios de primaria y de bachillerato. Ambos por dificultades
económicas y la crianza de los hijos. Mi papá y mi mamá han sido siempre un
ejemplo a seguir. Todos mis éxitos, desde los académicos hasta los personales
han sido para ellos. Siempre ocupando el primer puesto a nivel académico. Por eso
digo que gracias a Dios tengo los
mejores padres que un hijo pueda tener. A partir de mis 6 años empecé a enseñarles
a mis hermanos menores, todo lo que estaba aprendiendo. Ellos debían ser
mejores que yo, ese es mi pensamiento hasta ahora.
Se fue mi papá y aun tengo muchas
cosas por decirle. Nos sacrificamos por 6 años sin vernos, con el objetivo de
alcanzar el título de mi carrera. Han sido los años más sacrificados de mi
vida. Mi papá se alegró de mis otros éxitos, pero este es el mayor de todos,
pues él desde mis 4 años y medio de edad, me impulsó por el camino de la
medicina. Ya estoy próximo a terminar, pero siento que me falta algo de esa
chispa que me daba el impulso para ser mejor. Mi papá murió y yo viviré hasta
que Dios lo permita, resaltando ante todos que lo bueno que soy viene de mi
papá y mi mamá. Esto no es asunto de genes, sino de entrega. Nace de la voluntad de ser mejor cada día.